viernes, 28 de junio de 2024

¿Malinchismo?

¿Qué es el Malinchismo? Es un término que se usa para describir una actitud de preferencia por lo extranjero sobre lo propio. Este término proviene de "La Malinche", una figura histórica que fue una mujer indígena nahua que actuó como intérprete, consejera y amante de Hernán Cortés durante la conquista española de México. En la cultura mexicana, La Malinche es a menudo vista como una traidora por haber colaborado con los conquistadores españoles.

El malinchismo se asocia con una actitud de desprecio o rechazo hacia la propia cultura, historia o identidad en favor de las influencias extranjeras. Es un concepto con una connotación negativa, que implica una falta de orgullo o aprecio por lo propio.

Condenar a una figura histórica desde una perspectiva simplista y revisionista, sin considerar los hechos que llevaron a esta mujer a tener el peso de su figura, es una visión reduccionista que puede conducir a un análisis sesgado de su importancia histórica. Desde un punto de vista histórico y sociológico, es crucial considerar el contexto y las circunstancias en las que se encontró La Malinche.

Malintzin, también conocida como Doña Marina, no tenía muchas opciones en su situación. Fue entregada como esclava y, al convertirse en intérprete de Hernán Cortés, probablemente estaba buscando su supervivencia y la mejor forma de adaptarse a su nueva realidad. Su papel como traductora fue crucial en la comunicación entre los españoles y los diversos pueblos indígenas, y su conocimiento de las lenguas y las culturas indígenas fue fundamental para el éxito de la conquista española.

La interpretación del malinchismo como traición puede ser una simplificación que no toma en cuenta las complejidades de su situación y el contexto histórico. Malintzin, al final, fue una figura que desempeñó un papel determinante en un momento histórico clave y su legado es complejo y multifacético.

La importancia de reexaminar y reinterpretar figuras históricas bajo una luz más crítica y comprensiva. Esto es fundamental para entender mejor los procesos históricos y sus implicaciones en la identidad y la cultura contemporáneas.

Cabe la pregunta: ¿Existe el malinchismo como figura que determina la enajenación de una cultura? En mi opinión, no es así, ya que los procesos de transculturización o transmutación cultural existen desde los inicios de la humanidad. Por lo tanto, analizar a este personaje histórico para denotar la enajenación cultural como un fenómeno sociológico es una visión reduccionista de un fenómeno cultural que siempre ha existido. 

Es esencial analizar el contexto en que se desarrollaron los hechos y dejar de criticar el papel de esta mujer en el proceso de conquista. Es bien sabido que los aztecas sojuzgaban a otras civilizaciones más pequeñas, lo que permitió a Cortés y a los españoles aprovechar esa brecha y las diferencias para aliarse con los enemigos de los aztecas. Esta estrategia, junto con las enfermedades traídas a América, facilitó la conquista española.

Tomado de Malinche de Laura Esquivel.

¿Pero, cuales son los orígenes de la Malinche? Sitúan su nacimiento en el poblado de Taimala, en el actual estado de Veracruz de origen chontal, según la investigadora Doralicia Carmona Dávila manifiesta que Painala era un poblado azteca de habla náhuatl situado en la zona de Copainalá, Chiapas, colindante con la región de habla maya. Huilotla (Olotla), poblado cercano a Coatzacoalcos, era su lugar de nacimiento según el historiador jesuita Francisco Xavier Clavijero, se estima que Malinche nació a principios del siglo XVI, entre 1501-1505. Por el testimonio citado, se sabe que fue vendida en la pubertad a unos comerciantes mayas y estos, a su vez, la volvieron a vender al cacique maya de Tabasco, durante su cautiverio viajo a las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió dicha lengua. Por eso, a la llegada de los españoles, Malinche hablaba tanto su lengua materna, el náhuatl, como la de sus señores, el maya.

Mallitzin INAH

(Flores Farfán) manifiesta en su estudio intitulado La Malinche portavoz de dos mundos, "es probable que cualquiera que sea la verdad, el haber crecido desde niña en una situación de semejante movilidad geográfica y social, resultara determinante para forjar el carácter", se debe tener en cuenta que los recorridos en los territorios del imperio azteca y demás señoríos se realizaban a pie. 

Igualmente este autor manifiesta que la condición social fue noble, pero fue vendida en el mercado de Xicalanco (grupo indígena que habitó la costa de Xicalango, a lo largo del Golfo, entre Tabasco y Campeche, y cuyo origen no en muy claro, pero se cree que haya procedido de las tribus del sur, olmecas o zapotecas; y que haya fundado una teocracia; fundido mas tarde con sus vecinos olmecas, formo el grupo olmeca-xicalanca, que se extendió hacia el centro del país, al que pertenece, por ejemplo, el sitio arqueológico de Cacaxtla) un enclave comercial en los limites de las zonas maya y nahua, pasando de mano en mano hasta llegar al señor Potonchan, en el actual estado de Tabasco, donde se habla una lengua maya, el chontal. 

Cortés llevaba desde Cuba a dos indígenas mayas capturados años antes, Melchor (también llamado Melchorejo) y Juliancillo, que actuaron como traductores al llegar. Sin embargo, hubo un encuentro providencial que facilitó enormemente las cosas en este aspecto. Poco después de desembarcar en la isla de Cozumel, vieron aproximarse a unos nativos en una canoa. Se preparaban para repelerlos cuando uno de los indígenas comenzó a gritar algo que los dejó estupefactos: "¡Dios, Santa María, Sevilla!". Era un superviviente de la expedición que naufragó ocho años antes, un clérigo de Úbeda llamado Jerónimo de Aguilar. Informado por los nativos del desembarco de otros hombres barbudos, había salido a su encuentro. Fray Jerónimo, de complexión pequeña y tez oscura, rapado y vestido como los nativos, no habría sido reconocido por los españoles de no ser por esos gritos. Después de sus largos años de cautiverio, hablaba mejor el idioma nativo que el castellano, que casi había olvidado.

Con Aguilar, los españoles se sintieron afortunados, aunque pronto descubrieron que sus conocimientos lingüísticos se limitaban al dialecto local, el maya chontal de Tabasco, y desconocía por completo el náhuatl, la lengua de los mexicas o aztecas. Sin embargo, la providencia volvió a ayudarles cuando entró en sus vidas una indígena que se convirtió en la intérprete de Hernán Cortés, además de su consejera y amante.

Tras la primera muestra de poder de los españoles ante los caciques de Tabasco, luego de la derrota en Centla, los nativos ofrecieron a Hernán Cortés oro y veinte jóvenes esclavas. Bernal Díaz del Castillo, cronista y testigo, destacó la importancia de este regalo, señalando a una joven excepcional entre ellas. Cortés, metódico y cristiano devoto, decidió bautizar a las jóvenes antes de distribuirlas entre sus caballeros, transformando un tributo de guerra en un servicio a Dios. Entre estas jóvenes se encontraba Malinalli Tenépatl, quien rápidamente llamó la atención por su belleza y personalidad, y fue rebautizada como Marina, o doña Marina.

Doña Marina, entregada a Alonso Hernández de Portocarrero, se destacó no solo por su apariencia y maneras aristocráticas, sino también por sus habilidades lingüística, era bilingüe en maya y náhuatl. Esto permitió que completara el círculo de traducción necesario para que Cortés se comunicara con los indígenas: Marina traducía del náhuatl al maya para Aguilar, quien luego traducía del maya al castellano. Con el tiempo, doña Marina aprendió español, lo que simplificó aún más las comunicaciones entre Cortés y los nativos.

Hasta ser entregada a los conquistadores, Malinalli había vivido una vida que bien podría inspirar una novela de digna de Garcia Márquez, siendo hija de un cacique poderoso, fue conocida como "gran cacica" por Bernal Díaz del Castillo. Su infancia fue pacífica hasta que los recaudadores de impuestos de Moctezuma llegaron a su pueblo. Al no recibir el tributo esperado, apresaron y sacrificaron a su padre. Según narró doña Marina, su padre fue sacrificado en el téchcatl, la piedra ceremonial, con un cuchillo de obsidiana que le arrancó el corazón. Su cuerpo rodó por las escalinatas del templo de Huitzilopochtli, dejando un rastro de sangre y golpeando su noble calavera contra cada piedra. Este brutal evento llenó a Malinalli de odio hacia los mexicas, su emperador y sus dioses. “Mi padre fue abierto en dos como un animal... El horrible pájaro imperial de hocico bermejo mató a mi padre. ¡El terrible poder de México-Tenochtitlán!”.

Tras la muerte de su padre, la madre de Malinalli se volvió a casar, y su nuevo esposo consideró a la joven un estorbo. Eventualmente, Malinalli fue entregada a traficantes de esclavos. En una carta dirigida años después a su hijo Martín, relata: “Si no hubiera sido por este intercambio vil, no habría aprendido la lengua maya, ni habría podido servir a Cristo... además, los años de esclavitud ayudaron a forjar mi espíritu. A menudo pienso en Dios como un herrero en la fragua, moldeándonos con sus golpes para darnos una forma más duradera y sólida”.

En su condición de esclava, Malinalli fue presentada a Hernán Cortés. Años más tarde, terminó en manos del cacique maya de Potonchán, quien en 1519, la entregó junto con otras 19 esclavas como presente a Cortés cuando la expedición llegó a Champotón. Malinalli tenía entonces 17 o 18 años y había pasado siete de ellos entre los mayas, aprendiendo su idioma a la perfección.

Epistolario de Malinche con su hijo Martin Cortes, en el libro Malinche su verdadera historia de Fanny del Rio. 

















Manifestar el malinchismo como la negación de la conquista de América por España es un contrasentido de proporciones bíblicas. Considerar a Malinalli, conocida como La Malinche, como la culpable de un hecho histórico que habría sucedido de cualquier manera carece de lógica, especialmente más de 500 años después de este encuentro. En el contexto de aquella época, las virtudes de esta mujer fueron invaluables y de gran utilidad. Con la perspectiva del tiempo, no podemos condenar a la hoguera de la desdicha a alguien que, para llegar a ser lo que fue, atravesó tantas vicisitudes, desde ser rechazada por su madre hasta convertirse en esclava de otras culturas. 

Incluso podemos sugerir que en algún momento padeció el síndrome de Estocolmo, adaptándose culturalmente a la sociedad en la que era esclava como un mecanismo de supervivencia. No había otra opción. Por lo tanto, no podemos condenar a una mujer por sus acciones pasadas, con consecuencias de todo tipo, para negar un hecho que cambió la perspectiva del mundo y de nuestra América para siempre.

Criticar sin argumentos históricos una acción del pasado es fácil, pero estéril. Acercar los hechos del pasado con el cristal del presente es una práctica engañosa. Por ello, el análisis de la realidad pasada en el contexto del presente debe hacerse con rigor histórico, evitando caer en el revisionismo histórico y el chauvinismo. Este análisis debe ser ecuánime, estudiando nuestra historia con parquedad y cuidado, otorgando a cada acto el espacio y el peso que le corresponde. Un estudio concienzudo es necesario para entender en su verdadera dimensión la historia de América y sus consecuencias.

Por lo tanto, rechazo la noción del malinchismo como una categoría cultural y sociológica que se utilice para cargar sobre ella los problemas sociales de nuestra América, o como consecuencia de la falta de estudio sobre el papel que jugó la Malinche en la construcción de una nueva identidad cultural americana. No es adecuado atribuirle principios ideológicos a esta figura histórica. Estoy en desacuerdo con la idea de que el malinchismo sea una forma cultural subyugante, aquellos que defienden esta posición solo promueven el oscurantismo o la ceguera intelectual, creyendo que esta figura histórica es responsable de nuestros problemas identitarios al intentar definir nuestra identidad cultural o al exacerbar la coherencia cultural de nuestra América pre-conquista, una coherencia que nunca existió debido a los diversos focos culturales a lo largo del territorio americano. 

Sirva esta breve investigación sobre la Malinche y su influencia en la nueva cultura americana como un esfuerzo para fomentar el análisis de nuestra historia. Por ello, su criterio es fundamental. No pretendo que su visión sobre este asunto coincida con la mía; al contrario, la disparidad de ideas sobre un mismo hecho histórico enriquece el conocimiento. Por lo tanto, espero que sus conclusiones le permitan ampliar su comprensión histórica y fortalecer su juicio de valor sobre la Malinche y los eventos que han configurado lo que hoy es América: una amalgama de diversas culturas que hacen de nuestro continente un espacio entrañable de convergencia cultural.

Bibliografía

Flores Farfán, J. (s.f.). La Malinche portavoz de dos mundos. Estudios de cultura náhuatl.

Malinche. Laura Esquivel

Malinche. Edward Rosset 

La verdadera historia de la Malinche. Fanny del Rio.

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