miércoles, 22 de octubre de 2025

¿África descubrió América?

¿Es plausible la llegada de una tribu africana a América antes de Colón?

La posibilidad de que pueblos africanos hayan llegado a América antes del viaje de Cristóbal Colón ha sido tema de debate durante décadas. Esta hipótesis fue desarrollada por el antropólogo Ivan Van Sertima, quien en su libro They Came Before Columbus: The African Presence in Ancient America (Llegaron antes de Colón: la presencia africana en la América antigua) propone que contactos transatlánticos entre África y América ocurrieron siglos antes de 1492.

La historia oficial sostiene que el primer contacto entre África y América se produjo durante el comercio esclavista del siglo XVI. Sin embargo, varios cronistas y hallazgos arqueológicos sugieren que los vínculos entre ambos continentes podrían haberse iniciado mucho antes.

Uno de los testimonios más antiguos proviene de Pedro Mártir de Anglería, considerado el primer historiador de América. En sus crónicas relató que los exploradores españoles encontraron un grupo de “negros feroces” en la provincia de Darién (actual Panamá). Según escribió, los indígenas de la región de Quarequa mantenían una guerra constante con estos africanos, quienes, al parecer, habían llegado tras un naufragio en la costa.

Mártir utilizaba el término Etiopía como sinónimo de África, sin referirse a un país específico. Gracias a su experiencia diplomática en Egipto, consideraba plausible que embarcaciones africanas hubiesen sido arrastradas por las corrientes atlánticas hasta el continente americano.

Pocos años después, el fraile dominico Gregorio García documentó un hecho similar. Relató que, en una isla frente a Cartagena (Colombia), los españoles hallaron por primera vez a “negros en las Indias”, mucho antes de que existiera el comercio esclavista. No obstante, la Inquisición española censuró su libro, quizá por lo arriesgado de su afirmación.

Las zonas de Darién y Cartagena coinciden con los puntos donde las corrientes oceánicas que cruzan el Atlántico desde África tocan tierra firme en América. Estas corrientes actúan como verdaderas cintas transportadoras marinas, capaces de llevar embarcaciones —intencional o accidentalmente— desde las costas africanas hasta el Caribe o Centroamérica.

El antropólogo francés Alphonse de Quatrefages, en su obra La especie humana (1905), observó que pequeños grupos de población negra habían sido encontrados en regiones americanas aisladas —como los caribes negros de San Vicente o los jamassi de Florida—, precisamente en los puntos donde desembocan esas mismas corrientes oceánicas.

Más allá de los relatos históricos, la arqueología ofrece algunos de los indicios más impactantes. En el siglo XIX se descubrieron en México colosales esculturas de piedra con rasgos claramente africanos: las célebres cabezas olmecas, datadas entre 800 y 700 a.C., mucho antes de la llegada de los europeos.

Investigadores como Alexander von Wuthenau profundizaron en estos hallazgos y encontraron en Mesoamérica numerosas figuras de terracota, pectorales de oro y máscaras que representan con realismo rostros africanos. No se trata de simples estilizaciones artísticas, sino de retratos individualizados creados por culturas que dominaban el arte del retrato.

Algunos estudios incluso vinculan estos vestigios con la legendaria expedición del rey Abubakari II de Malí, quien, según crónicas árabes, zarpó hacia el Atlántico con cientos de barcos alrededor del año 1311 en busca de nuevas tierras, desapareciendo sin dejar rastro en África.

El explorador noruego Thor Heyerdahl, aunque no apoyó directamente la hipótesis de Van Sertima, le dio cierto respaldo al demostrar que era técnicamente posible cruzar el Atlántico en embarcaciones de papiro, como las usadas en el antiguo Egipto. Su expedición Ra II (1970) logró unir África con América utilizando solo materiales y técnicas tradicionales africanas.

En esa misma línea, el explorador argentino Alfredo Barragán lideró otra travesía experimental que demostró que los africanos pudieron haber alcanzado América 3,500 años antes de Colón, utilizando embarcaciones rudimentarias impulsadas por las mismas corrientes oceánicas.

Si los africanos fueron retratados como dioses entre los mayas y olmecas, ¿por qué reducirlos a simples esclavos o remeros accidentales? ¿Por qué las culturas precolombinas erigirían monumentos colosales en su honor?

Van Sertima argumenta que, además de los viajes intencionados —como los de los pueblos mandinga y songhai en los siglos XIV y XV—, también es plausible que africanos llegaran a América de manera accidental.
Los vientos alisios y las corrientes oceánicas del Atlántico forman una banda natural de transporte que conecta las costas de África occidental con el Caribe, el Golfo de México y el noreste de Sudamérica.

El antropólogo cita a Alexander Marchant, quien señala que una vez que una embarcación es arrastrada al Atlántico medio, resulta “casi imposible evitar la costa sudamericana”.
Para reforzar este punto, menciona el caso histórico de Pedro Álvares Cabral, el navegante portugués que en 1500, desviado por las corrientes frente a Guinea, terminó llegando accidentalmente a Brasil.

De este modo, Van Sertima sugiere que los portugueses ya tenían indicios de la existencia de tierras al oeste de África gracias al testimonio de marineros africanos, incluso antes del “descubrimiento oficial”.

Estas preguntas invitan a reconsiderar el relato eurocéntrico del “descubrimiento” y abrir paso a una visión más amplia e inclusiva del pasado. Tal vez el Atlántico, antes de Colón, no fue un muro que separaba continentes, sino un mar de encuentros donde ideas, símbolos y culturas cruzaban en ambas direcciones.

Y quizás, en las miradas de piedra de las antiguas cabezas olmecas, aún resuene el eco de esos viajeros olvidados que, mucho antes de 1492, ya habían tendido un puente entre África y América.

Mapa con las expediciones de Heyerdahl y Barragán. 
https://www.google.com/maps/d/edit?mid=1VEyLQR_8_nNZbUt1-D5s7l80b1_kam0&usp=sharing


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