En el vasto lienzo histórico del siglo XX, el nombre de Adolf Hitler surge como un enigma aún no resuelto. La Segunda Guerra Mundial, con su carga de devastación y cambio, resguarda secretos que perduran en el tiempo. Uno de estos misterios es la posibilidad de que Adolf Hitler escapara a Argentina tras la caída del Tercer Reich. Esta intrigante hipótesis desafía el relato tradicional de los acontecimientos que culminaron con la derrota nazi, impulsando a indagar en los recovecos de la historia para desentrañar la verdadera suerte del líder alemán.
Desde
la perspectiva del método histórico, nuestra misión es adentrarnos en este
enigma y determinar si existen pruebas suficientes para sustentar esta audaz
tesis. Desentrañaremos un abanico de fuentes primarias y secundarias,
examinando su credibilidad y contextualización en el crisol histórico de la
época. A través de un lente crítico, delinearemos el vínculo entre los hechos
documentados y las especulaciones que han cobrado vida a lo largo de los años.
La
importancia de abordar esta cuestión radica en su potencial para transformar
nuestra percepción de un periodo trascendental. Si Hitler efectivamente escapó,
las ramificaciones podrían alterar de manera profunda, moldeando no solo
nuestra comprensión de la Segunda Guerra Mundial, sino también el entramado de
la posguerra. Así, esta investigación no solo aspira a explorar la posible
fuga, sino que invita a cuestionar la construcción misma de la historia: cómo
es forjada, interpretada y reinterpretada a lo largo del tiempo.
En
el contexto de la educación secundaria, donde a menudo se presenta una versión
simplificada de la historia, esta investigación adquiere un matiz valioso. Al
sumergirse en la indagación bajo el método histórico, los estudiantes no solo
se enfrentan a una narrativa intrigante, sino también a la posibilidad de
descubrir nuevas evidencias y perspectivas. Esta experiencia les permite
obtener elementos de juicio para cuestionar, explorar y reconocer la
fluidez de la historia, una destreza vital en un mundo donde la información se
renueva constantemente.
Al
emprender este viaje investigativo, no solo buscamos desvelar la verdad sobre
un episodio enigmático, sino también resaltar el poder de la investigación
histórica en la tarea de reescribir el pasado. Con mente crítica y apertura,
contribuimos no solo a enriquecer nuestro entendimiento de los hechos, sino
también a inspirar a la próxima generación de investigadores y pensadores a
desentrañar los velos del pasado y así modelar el futuro.
La muerte de Adolf Hitler es un tema que ha suscitado diversas teorías a lo largo de la historia. Según una opinión ampliamente sostenida, Hitler habría optado por el suicidio en la Cancillería de Berlín, en medio de los intensos enfrentamientos por el control de la ciudad. Este momento marcó una etapa crítica en la lucha que consumía Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
La
versión comúnmente aceptada sugiere que los norteamericanos y los rusos
llegaron a un acuerdo en torno al control de la ciudad, permitiendo que los
rusos aseguraran su dominio sobre Berlín. Esta colaboración estratégica entre
estas dos potencias marcó el final de la guerra y el inicio de un
reordenamiento global liderado por las naciones vencedoras. Sin embargo, es
importante reconocer que, como en cualquier acontecimiento histórico, existen
perspectivas diversas y opiniones que continúan siendo objeto de debate e
investigación.
Se
ha planteado la posibilidad de que Hitler y Eva Braun hayan llegado a las
costas de Argentina, según información publicada por el periódico Chicago Times
y atribuida a uno de sus corresponsales en Argentina (de Pascal, 1945). En esta
misma fuente, se menciona que la llegada de Hitler a Argentina habría sido
facilitada por el gobierno del General Perón. Además, en la misma edición del
periódico se señala que el Departamento de Estado, a través de la Embajada
Estadounidense en Buenos Aires, iniciaría una investigación en base a la
información proporcionada por el periódico y su corresponsal. Es importante
destacar que esta información ha generado controversia y que su veracidad ha
sido objeto de debate y análisis en el ámbito histórico.
Un
cable emitido por la Agencia A.P el 23 de abril de 1930, manifiesta que existe
el rumor en territorio alemán de que Hitler a huido, posteriormente un radiograma
proveniente del FBI y emitido desde Argentina el 17 de agosto de 1945 señala
que Hitler arribó al país a bordo del submarino U-530
El
Gral. Eisenhower, manifiesta que aún tiene razones para suponer que el Führer
vive, de acuerdo con preguntas realizadas por
los periodistas en una rueda de Prensa en la Haya el 8 de octubre de 1953.
El
periódico El Excelsior, en su edición del 3 de septiembre de 1963, informa a
través de una entrevista con Frau Ute Eva Bormann Diadmann (Davis, 1963), que
Hitler y su esposa abordaron un avión Fieseler-Storch en la noche del 30 de
abril, dirigiéndose hacia una base militar submarina que estaba bien
abastecida, según se detalla en dicho artículo.
La
Revista National Geographic en una edición especial trata el tema de la posible
huida de Hitler hacia Argentina y como este país se transformó en un santuario
para los altas jerarcas nazis en Sudamérica
Eric
Frattini en su libro La Huida de las Ratas, detalla un intrigante plan de
evasión conocido como la "Operación Aussenweg", que habría sido
dirigido por Heinrich Himmler y Carlos Fuldner. Su objetivo principal era
facilitar la fuga de criminales de guerra nazis a través de rutas de escape cuidadosamente
trazadas por el Vaticano. Estas rutas, diseñadas para llevar a los fugitivos
hacia refugios seguros en Sudamérica y Oriente Medio, se habrían extendido por
naciones como España, Portugal, Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay, Siria y
Egipto.
Según
el relato del libro, este plan se habría financiado con riquezas obtenidas
mediante saqueos y robos perpetrados por el régimen nazi durante el conflicto
bélico. El oro, el dinero y las joyas obtenidos de estas actividades ilícitas
se habrían utilizado para respaldar la Operación Aussenweg y asegurar la fuga
de los individuos buscados.
Es
esencial destacar que la narración también introduce la presencia de la
organización ODESSA, conocida como la "Organización de Antiguos Miembros
de la SS". Esta entidad, según el libro, habría sido creada con el
propósito de facilitar y coordinar la huida de los exmiembros de la SS nazi
hacia lugares de seguridad en diversas partes del mundo.
La trama de escape
profundamente intrincada y controvertida, con una operación que habría tenido
repercusiones internacionales, muchos soldados nazis comprometidos con la causa
de Adolf Hitler. A medida que se explora esta narrativa, se revela un
entrelazado de eventos históricos y actores que plantea interrogantes
importantes sobre el destino de los nazis hacia Sudamérica después de la
Segunda Guerra Mundial.
Las rutas de escape de altos oficiales nazis se hacían a través de
diferentes rutas entre estas las que describe el periódico bbc.com, las
tres ratlines más utilizadas eran vías que atravesaban
distintos países europeos con un solo fin: llegar hasta un puerto y allí
escapar en barco; la llamada "ruta nórdica" pasaba por
Dinamarca con destino a Suecia, donde se embarcaba, la "ruta ibérica"
era coordinada por colaboradores nazis que vivían en España y utilizaba puertos
como los de Galicia, presuntamente con el visto bueno del general Franco, pero
se cree que hasta el 90% de los nazis que huyeron de Europa continental lo
hicieron a través de Italia, el principal aliado de Alemania
durante la guerra, aunque algunos escaparon hacia Reino Unido, Canadá, Estados
Unidos, Australia y Medio Oriente, la gran mayoría huyó a Sudamérica, y en ese
continente hubo un país que atrajo a más fugitivos nazis que ningún otro: Argentina,
Este paralelismo
entre la posible huida de Hitler a Argentina y la ruta de escape de muchos
oficiales del ejército alemán pasa por la ayuda a título personal u oficial de
algunos miembros del Vaticano entre ellos el Obispo Alois Hudal quien obtuvo
pasaportes falsos con la Cruz Roja Italiana para que estos oficiales salieran
de territorio europeo y llegasen sanos y salvos a territorio americano
específicamente Argentina, pero la justicia posbélica hizo estragos psicológico
en estos oficiales, el 17 de diciembre
de 1942 las tres principales potencias aliadas habían hecho pública su
intención de que «los responsables de estos crímenes no escapen a su justo
castigo». Los soviéticos aún habían ido más allá, y ya en julio de 1943 habían
juzgado a nazis capturados implicados en la muerte de judíos. A finales de 1944
la BBC había estado actualizando periódicamente los nombres de individuos
considerados criminales de guerra e informando del hecho de que, tras la
guerra, les aguardaba un proceso. (Poco después del final de la guerra, el
tribunal de Nuremberg declaró que tanto las SS como el Partido Nazi eran
organizaciones criminales, lo que convertía a todos sus antiguos miembros en
objeto de investigación.) El impacto de aquellas emisiones afectó incluso a
altos oficiales de las SS como Emst Kaltenbrunner, jefe de la Oficina Central
de Seguridad del Reich. «Kaltenbrunner había hecho también en una ocasión un
comentario de ese tipo, es decir, que los aliados le consideraban un criminal
de guerra», declararía Hoettl en 1961,
Desde
esta perspectiva estratégica, los servicios de inteligencia estadounidenses
concibieron la Operación Paperclip. Esta iniciativa consistió en la traslación
de científicos y expertos militares desde Alemania hacia Estados Unidos, con el
objetivo primordial de aprovechar el vasto potencial humano que había permitido
a Alemania convertirse en una potencia militar de renombre mundial.
La
Operación Paperclip tuvo como propósito principal captar y emplear el
conocimiento y las habilidades técnicas de estos científicos en beneficio de
los intereses estadounidenses. Esta acción se enmarcó en el contexto de la
Guerra Fría, una época en que las rivalidades entre bloques y las amenazas
globales impulsaban la necesidad de contar con ventajas tecnológicas y
militares significativas.
A
través de esta operación, se buscó aprovechar las destrezas adquiridas por los
científicos alemanes en campos como la aerodinámica, la cohetería y la
ingeniería, áreas cruciales para la expansión de la capacidad militar. La
llegada de estos especialistas a Estados Unidos contribuyó en gran medida al
avance científico y tecnológico del país, elevando su estatus como potencia
global.
No
obstante, esta estrategia no estuvo exenta de controversia, ya que algunos de
los científicos transferidos habían colaborado con el régimen nazi y
participado en proyectos que involucraron prácticas cuestionables. A pesar de
estas preocupaciones éticas, la urgencia por asegurar una ventaja competitiva y
estratégica durante la Guerra Fría condujo a la implementación de la Operación
Paperclip.
Así,
la Operación Paperclip, aunque exitosa en términos de adquisición de
conocimiento y tecnología, también planteó dilemas morales que resaltan cómo
los objetivos geopolíticos pueden colisionar con las consideraciones éticas en
la toma de decisiones históricas.
La Operación
Paperclip fue un programa secreto de inteligencia que trajo a científicos nazis
a los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Este programa
poblado por conspiradores maquiavélicos y hombres que dedicaron sus vidas a
diseñar armas para la guerra venidera, una historia que incluye nazis muchos de
los cuales fueron cómplices de asesinato, pero nunca fueron acusados, y
vivieron en la prosperidad en los Estados Unidos. El libro plantea preguntas
sobre el significado de los logros de estas personas y si estos logros cancelan
los crímenes del pasado" (Jacobsen, 2014, p. 9).
El
escritor Umberto Eco, en su magnífico ensayo Confesiones de un joven novelista
(2011), habla de la supuesta huida de Hitler desde un punto de vista muy
interesante. Eco afirma:
Así pues,
permítanme usar la expresión «verdades enciclopédicas» para todos los elementos
de conocimiento común que salen en una enciclopedia (como la distancia de la
Tierra al Sol o el hecho de que Hitler murió en el búnker). Doy por ciertas
esas informaciones porque me fío de la comunidad científica, y acepto una
especie de «división del trabajo cultural» por la que delego en personas
especializadas la labor de demostrarlas. Pero las afirmaciones enciclopédicas
también tienen límites. Están sujetas a revisión, ya que, por definición, la
ciencia está siempre dispuesta a reconsiderar sus propios descubrimientos. Si
mantenemos la mente abierta, tenemos que estar dispuestos a revisar nuestras
opiniones sobre la muerte de Hitler en cuanto se descubran nuevos documentos
[…]. De hecho, la circunstancia de que Hitler muriera en un búnker ya ha sido
puesta en tela de juicio por algunos historiadores. Es concebible que Hitler
sobreviviera a la caída de Berlín en manos de los Aliados y escapara a
Argentina, que ningún cadáver fuera quemado en el búnker o que el cuerpo
incinerado fuera de otro, que el suicidio de Hitler fuera inventado por motivos
de propaganda por los rusos que llegaron al búnker o que el búnker no hubiera
existido jamás en absoluto, ya que su localización exacta sigue siendo asunto
de debate […]. Toda afirmación relativa a verdades enciclopédicas puede, y a
menudo debe, ser comprobada en términos de legitimidad empírica externa (de
acuerdo con ello, diríamos «facilíteme pruebas de que Hitler realmente murió en
el búnker»)
Por
ejemplo, el 26 de mayo de 1945, Stalin se reúne con Harry Hopkins, enviado
especial del presidente Harry S. Truman, y le dice que «Martin Bormann, Joseph
Goebbels, Hitler y probablemente Hans Krebs han escapado y están ocultos
ahora». Esta misma versión es defendida y repetida por el líder soviético en
los siguientes encuentros que tiene con Truman y Churchill.
Dos
semanas más tarde, exactamente el 9 de junio, es el mariscal Zhukov quien
repite la versión de Stalin sobre las dudas en la muerte de Hitler, entre el 16
de julio y el 2 de agosto de 1945, el entonces secretario de Estado James
Byrnes, mantiene un encuentro casual con Stalin, durante la Conferencia de
Potsdam. El estadounidense pregunta al líder soviético sobre su opinión con
respecto a la posible huida de Hitler. Stalin responde tajantemente: «Yo pienso
que Hitler está vivo y es muy probable que se encuentre en España o en Argentina».
Si el 4 de mayo de 1945 las tropas soviéticas
encontraron supuestamente los cuerpos de Hitler y Eva Braun en el jardín de la
Cancillería, ¿por qué era Stalin tan escéptico?
El 9 de junio de 1945, el mariscal
Zhukov hace una declaración que es recogida por United Press, en la que expresa
claramente sus dudas sobre la muerte de Hitler y vuelve a hablar de submarinos.
No hemos descubierto ningún cadáver
que pueda ser definitivamente identificado como el de Hitler y por consiguiente
no podemos formular ninguna declaración acerca de su muerte. Hasta el último
momento podría haber huido de Alemania en aeroplano. Tampoco sabemos lo que fue
del lugarteniente de Hitler, Martin Bormann, que permaneció en Berlín hasta el
final. Se estableció de manera indiscutible que un submarino de tipo gran
crucero abandonó Hamburgo antes de la llegada de las tropas británicas,
llevando varios pasajeros entre los cuales figuraba una mujer.
Según
Al igual que
La farsa de su suicidio, avalada por los
aliados occidentales, permitió excluirlo, al darlo por muerto, de los juicios
de Nuremberg
En
los pasillos del poder y la desesperación, en el corazón mismo de la caída del Tercer
Reich, la figura de Hitler se desvanecía, mientras las fuerzas soviéticas
avanzaban inexorablemente. Sus últimos días se convirtieron en un retrato
íntimo de un líder en decadencia, cuyas decisiones y emociones impactarían
profundamente el destino de una nación derrotada, este defiende la idea de que
Hitler se suicidó en el bunker junto a Eva Braun,
Ciertamente,
este historiador formó parte de los Organismos de Espionaje de los Servicios
Secretos Británicos, los cuales le encomendaron la tarea de concebir esta
narración sobre el supuesto suicidio de Hitler y el de su esposa. A mi
entender, esto crea una desconcertada visión en la versión histórica que todos
hemos aprendido hasta ahora, él como muchos otros historiadores en el
desarrollo de los acontecimientos trabajan a la par de las potencias mundiales
que estaban involucrados en la guerra.
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